¿Por qué los jóvenes eligen a Milei? Tres hipótesis sobre crisis y peronismo

Por Nicolás Lantos (*)

La Libertad Avanza cuadruplica la intención de voto del peronismo entre adolescentes y jóvenes y la duplica entre los adultos jóvenes. Una encuesta publicada esta semana por la consultora brasileña Atlas Intel, una de las pocas que acertó el resultado del ballotage en 2023, pronostica para las legislativas de octubre que el partido que comandan Javier y Karina Milei obtendrá un 43,6 por ciento de los votos a nivel nacional en la franja de personas de 16 a 24 años, contra apenas un 10,2 por ciento de Fuerza Patria. Entre los de 25 a 34 el resultado es 44,7 a 21,7. Es un dato que no sólo compromete la performance de la oposición en estas elecciones sino que obliga a plantearse interrogantes sobre el futuro.

La misma encuesta de Atlas exhibe resultados negativos para Milei: sube la desaprobación de su gobierno (de 44,1 a 47,8), cae su imagen (la negativa saltó de 46 por ciento a 52 y la positiva cayó de 47 a 43 por ciento) y la corrupción sorprendió como la principal preocupación de los argentinos, seguida por el desempleo y los precios altos. 40 puntos de aprobación entre los jóvenes, cursando su segundo año de mandato, no es un número inusualmente alto. El origen de la enorme diferencia que reflejan los estudios de opinión pública debe buscarse en una performance mala o muy mala del peronismo entre los jóvenes, que hace apenas una década eran su base de apoyo electoral más numerosa.

Esta semana, Eugenia Rodríguez publicó en El Destape una nota en la que da cuenta de que es justamente ese sector el que funciona como variable del ajuste: “Los jóvenes son el grupo más afectado por la precarización, con un aumento de casi 10 puntos en un año. El indicador pasó del 48% al 56% (mayor incremento entre todos los grupos etarios) superando incluso al nivel general (52%). Al respecto, un informe privado advirtió que la precarización en los varones jóvenes pasó del 46% al 54% (+8 puntos) y en las mujeres jóvenes registró un salto del 53% al 57% (+4,0 puntos), consolidándose como uno de los segmentos de la sociedad más precarizados”, escribió.

¿Cómo se explica esa aparente contradicción? Ensayo tres hipótesis, que no se excluyen entre sí.

En primer lugar: los jóvenes no vivieron los mejores años del ciclo kirchnerista (y mucho menos conocen lo que había antes) y por lo tanto ubican toda esa experiencia, desde el ascenso de Néstor Kirchner en 2003 hasta el fracaso del Frente de Todos veinte años más tarde, en un sólo paquete, al que le asignan una parte significativa de la culpa de que ellos ahora viven mal. No importa si la narrativa es que hubo ‘20 años de decadencia’ que nos trajeron hasta acá o que ‘se gastaron todo en una fiesta que hay ahora que pagar’, en cualquier caso colocan en el peronismo sus frustraciones. A Milei, en ese sentido, todavía muchos lo perciben como alguien que está intentando reparar lo que se rompió.

La segunda hipótesis no es sobre el pasado sino sobre el presente, porque el peronismo sigue sin encontrar una conexión con ese electorado. Y eso es porque de lo que más habla el peronismo es sobre peronismo, que es algo que no le interesa a los jóvenes; es porque sigue enfrascado en una interna que siempre está pasando pero nunca se resuelve, y entonces los peronistas hablan todo el tiempo mal de otros peronistas; y sobre se gasta una cantidad estúpida de tiempo y energía tratando de desligar culpas sobre todo lo que salió mal en un gobierno del que todos, del primero al último, fueron protagonistas, y eso sí lo vio todo el mundo con sus propios ojos y no va a haber forma de convencerlos de lo contrario.

Cuando el principal argumento del peronismo para explicar 2019-2023 es decir ‘yo no fui’ pero en las elecciones los candidatos son los mismos, las consignas son las mismas, las ideas son las mismas, hasta la estética de los spots es la misma, entonces ahí hay un problema. El dirigente que logre revertir el repudio de los más jóvenes no va a ser el que provoque una amnesia colectiva. Va a lograrlo el que pueda asumir ese fracaso como el disparador de un proceso de reflexión y cambio que desemboque en una propuesta nueva, diferente y con respuestas a los problemas reales de esta época. Pero sobre todo el que logre que la sociedad perciba esa alternativa como algo nuevo y diferente.

Y eso nos trae a la tercera hipótesis sobre el divorcio de la juventud con el peronismo: Milei tiene una propuesta clara. El peronismo no. Milei reconoce que la situación actual es insostenible y amerita tomar medidas drásticas. El peronismo defiende un status quo que no satisface a nadie y no logra proyectar un camino claro hacia adelante. ¿Cuál es? ¿Volver a un modelo de inflación alta para financiar la reactivación? Difícilmente logre convencer a las mayorías. ¿El reformismo con concesiones que planteó CFK en sus escritos, el Estado social riojano que propuso Quintela en su reforma constitucional? ¿Cómo se combate a Milei? ¿Con minorías intensas o en un gran cordón sanitario sin hacer preguntas?

¿Cuál es el rostro del peronismo que viene? ¿Uno centrista y pragmático como Sergio Massa, o un outsider como Juan Grabois? ¿O acaso el de Axel Kicillof? ¿Cuáles son las nuevas canciones? ¿Cuál es la propuesta, en definitiva, del peronismo para el futuro del país? Si a usted, lector, le cuesta responder eso, imagínese salir a buscar el voto en los barrios donde laburar significa, no desde ahora, sino desde hace una década, pasarse quince horas por día fuera de casa y aún así no llegar. Cuando las propuestas no están claras no hay una conducción política posible, sólo liderazgos en disputa, y esa disputa en el vacío se percibe como una pelea por los cargos, haciendo aún más profundo el divorcio.

Está la estrella de mar culona en el lecho del Atlántico y más abajo todavía el entusiasmo de los jóvenes con lo que tiene hoy el peronismo para ofrecer. Lo ven como algo que es parte del pasado que nos trajo hasta acá (que es cierto), como los mismos que la chocaron hace un año y medio (que es cierto) y como un espacio político que disputa poder sin una propuesta clara (y eso también es cierto). La única forma de cambiarlo es ser y parecer radicalmente distinto. No romper con el pasado; son necesarias raíces para exhibir con orgullo pero también una lección aprendida por cada cicatriz. Cambiar hasta que te reconozcan como nuevo. Porque eso pone a Milei, instantáneamente, en el rol de lo viejo.

La semana pasada Alfredo Zaiat informó en El Destape sobre un trabajo de los equipos económicos del Partido Justicialista sobre la deuda con el Fondo Monetario Internacional que propone una fórmula para “reconocer la obligación de pago sólo hasta el 435 % de la cuota, suspender los pagos sobre los tramos excedentes, solicitar formalmente la revisión del acuerdo al FMI, crear una auditoría independiente para evaluar la legalidad y el destino del endeudamiento desde 2018 y plantear el caso ante foros multilaterales, bajo una agenda de corresponsabilidad institucional”. Sin duda es un paso en la dirección correcta: la deuda con el FMI es un cepo en la vida de todos los argentinos y debe revisarse.

Esa posición, a mi entender, tiene varios problemas. El primero es que plantea “una salida razonable” a un interlocutor que ha demostrado en demasiadas ocasiones que no es razonable y que no actúa de buena fe. Mientras el PJ discute este documento el FMI volvió a funcionar de garante de la gobernabilidad, ahora con Milei como antes con Mauricio Macri, y eso significa más deuda sobre los hombros de todos los argentinos a cambio de nada, excepto para los funcionarios que se están enriqueciendo y para el gobierno norteamericano, que tiene a un país de la importancia de Argentina totalmente subyugado, un sueño que a Monroe lo hubiera hecho sonrojarse al despertar.

El segundo problema es que aunque el FMI aceptara disminuir en algo así como dos tercios la deuda de Toto Caputo y sus socios, el saldo aún sería de más de 20 mil millones de dólares, una cantidad incompatible con las necesidades de Argentina como país soberano y también con los intereses de los bonistas privados, que deberían entender que si cobra el Fondo nunca va a haber plata para ellos. Incluso con el importante recorte que propone el PJ, la Argentina seguiría siendo el país más endeudado con ese organismo. Su pasivo es dos veces el de Egipto y Ucrania, que completan el podio. El costo de una apuesta tan alta como plantarse debe tener un beneficio igualmente alto, nunca quedarse a mitad de camino.

Pero el problema más grande es que esa posición, que toma como propios los términos del acreedor (“435 % de la cuota”, “tramos excedentes”, “solicitar formalmente la revisión del acuerdo al FMI”, “auditoría independiente”, “plantear el caso ante foros multilaterales”, “corresponsabilidad institucional”) transmite una continuidad donde la sociedad debería estar percibiendo un quiebre. Otra cosa sería decir que, a priori, no se debe pagar un peso más al Fondo hasta que no se determine la legalidad de los préstamos y, sobre todo, hasta que el país no esté en condiciones de afrontar esa carga sin resentir su desarrollo y la vida digna de sus habitantes. Siempre hay tiempo para negociar después. Representar, en cambio, es urgente.

Pasa algo similar con las discusiones en torno a los subsidios que le da el Estado al argentino más rico, Marcos Galperín, otro que cuando se aburre tuitea burradas con tufo fascistoide, a través de su empresa Mercado Libre. De acuerdo a datos oficiales, ML recibió en los últimos tres años el equivalente a 250 millones de dólares en subsidios que deberían ir a empresas chicas que necesitan apoyo para despegar y no a corporaciones con ganancias multimillonarias. Muchos dirigentes protestan esa asignación y, con justicia, reclaman que ese dinero se destine a un fin más urgente. Es lo que hay que hacer. Pero eso no cambia un ápice el sistema que hace a Galperín cada día más rico y al resto cada vez más miserable.

En cambio, la oposición debería estar planteando que a Galperín (y al resto de las grandes fortunas del país) no sólo hay que cortarles los subsidios sino que es necesario cobrarles muchos más impuestos que los que pagan hoy en día porque es la única forma que ha descubierto la humanidad a lo largo de la historia de financiar un Estado social que garantice a todos una vida digna a cambio de su esfuerzo. En Estados Unidos keynesiano en los ‘30, en la Argentina peronista en los 40’, en la Europa del plan Marshall en los 50’, en la Rusia soviética o en China ahora: cada vez que se implementó un Estado potente, se financió limitando la expansión de las principales fortunas. No hay dónde más ir a buscar.

El Frente de Todos ejecutó virtuosamente un aporte solidario de las personas más ricas del país, por iniciativa del diputado Máximo Kirchner. Fue una de las medidas mejor evaluadas por la opinión pública luego de que se sometiera largamente a debate, lo cual ya es, en sí mismo, un logro valioso en esta época. Finalmente se aprobó con mayorías sólidas en ambas cámaras. La recaudación asociada a ese aporte sirvió, entre otras cosas, para financiar la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, logro cardinal de ese gobierno, que hoy resulta enormemente beneficioso para el país. Si en vez de fingir demencia el peronismo decidiera hacerse cargo de lo que hizo, con lo bueno y con lo malo, allí tendría un excelente punto de partida.

Cada día que pasa está más claro que el mundo en el que vivimos se está derrumbando y la polarización de esta época sólo deja lugar, hacia adelante, a dos proyectos políticos posibles. Uno, que representa los intereses de los super ricos (básicamente seguir evadiendo impuestos), está ocupado por la ultraderecha fascista neoliberal de Milei, Trump, Bolsonaro y Bukele y viene avanzando a buen ritmo. El otro debe representar a los intereses del resto del planeta (básicamente volver a cobrarles muchísimos más impuestos a los super ricos porque es la única manera de tener una vida digna) y todavía está vacante. El peronismo deberá ocupar ese lugar o se deslizará para siempre hacia el abismo del pasado.

(*) Publicado en El Destape