Frigerio dio vuelta el reloj de arena

Por Nahuel Amore (*)

El propio Rogelio Frigerio, gobernador de Entre Ríos, reconoce en el mano a mano, metafóricamente hablando, que tiene un reloj de arena al que mira todos los días y le recuerda el paso del tiempo. Esta semana no fue menor, tuvo que darlo vuelta. El 11 de diciembre se cumplieron dos años de su gestión, la mitad del mandato. Y durante estos días ya empezó a girar la curva y sabe que le queda menos plazo para hacer todo lo que imaginó y proyectó para revertir, como decía insistentemente, décadas de estancamiento en estas tierras que la convirtieron en “la hermana pobre de la Región Centro”. ¿Podrá en dos años dar vuelta la taba y encausar esa senda de crecimiento y desarrollo con creación de empleo real que prometió?

Frigerio llegó al poder en Entre Ríos tras 20 años de peronismo. Para esta provincia, el cambio pareció rotundo al comienzo, sobre todo por las formas diferentes de gobernar, con fuerte foco en la transparencia y la austeridad, más aún a instancias de un Presidente que bajó línea de ajuste, con una llamativa legitimación social que incluso este año se convalidó en parte. Por ello, desde ese primer minuto puso el foco en la herencia recibida, especialmente en los vencimientos de deuda en dólares, los pasivos con empresas constructoras, el déficit de la Caja de Jubilaciones, la crisis financiera en Iosper, la desastrosa infraestructura vial, además de otras históricas demandas como Salto Grande o la deuda previsional de Anses que se judicializaron con Nación.

El gobernador admitió más de una vez que se encontró con un Estado entrerriano en peores condiciones de las que imaginaba y que “echar luz y ordenar años de desidia” le iba a llevar más tiempo del pensado. Sin demasiados sobresaltos, el ajuste llegó a trabajadores con mayores aportes previsionales y recomposiciones salariales que sobre todo el primer año quedaron por debajo de la inflación; recortes de horas extras y viáticos; un reordenamiento de los “contratos basura” y de la flota vehicular; una vuelta masiva a las oficinas con control de presentismo, entre otras medidas más que no tuvieron significativo impacto en las finanzas.

Sin embargo, el ajuste nunca es suficiente cuando las políticas de estabilización macroeconómica que ejecuta la Nación terminan impactando negativamente en el nivel de actividad y, por consecuente, en una caída del nivel de recaudación. El mandatario entrerriano advirtió en varias oportunidades por la importante merma de los recursos coparticipables en términos reales, hecho que se torna sensible cuando el 75% de las arcas de la Provincia se nutren de esos fondos. El último dato advierte por una caída del 5,7% interanual en noviembre. Incluso, a ello se suman los recortes de Milei a las transferencias y el traspaso de responsabilidades a las provincias, sin reparos. Todo al mismo tiempo y con una recurrente necesidad de tomar deuda de corto plazo cuando se producen descalces.

Como economista y nieto del impulsor del desarrollismo, bien sabe que el ajuste es condición necesaria pero no suficiente. A mitad de camino, las preguntas desde distintos ámbitos comienzan a coincidir: ¿qué hay además de ajuste? ¿Qué agenda alternativa se propone? ¿Hubo hasta ahora algún cambio profundo, significativo, en esta provincia subsumida en un aletargado atraso? Los entrerrianos, y no sólo los que son empleados públicos, demandan mucho más que un Estado ordenado, desburocratizado y que pague sueldos y aguinaldos a término. Y que no parezca poco. De hecho, esa ya era una de las críticas reiteradas que debilitaron la gestión Bordet. Dejar de dormir la siesta exige más que un reloj despertador. Y ello debe ser desgastante cuando en el funcionariado hay algunos que aún no se espabilaron y urgen más cambios.

Agenda del sector privado

El empresariado entrerriano es variopinto. Siempre lo fue y lo seguirá siendo, con una puja de egos que en ocasiones ha dificultado encausar luchas comunes y por momentos los ha potenciado en algunas instituciones ante determinadas coyunturas del devenir provincial y nacional. Reconocen las mesas de diálogo, la escucha de sus problemas y algunas medidas incipientes de reducción de alícuotas y tasas. Sin embargo, en estas semanas sobrevuelan por lo bajo cada vez más comentarios que coinciden en advertir por la ausencia de la agenda de desarrollo económico y productivo con que Frigerio los sedujo a más de uno cuando aún no era gobernador. También es cierto que al inicio de gestión hubo un pedido de acompañamiento a referentes del sector privado para impulsar ideas y proyectos, pero fueron pocos los que levantaron la mano y aceptaron administrar la cosa pública.

El Régimen de Incentivo a las Nuevas Inversiones (RINI) es valorado -quizá tibiamente- sobre todo como herramienta con beneficios fiscales interesantes y una mayor agilidad para la aprobación de proyectos. Pero aquellos hombres y mujeres que toman decisiones de inversión saben que una ley no es suficiente para justificar la inyección de algunos millones de dólares a la economía real. Se trata de proyecciones de inversiones que se tienen que concretar en el tiempo, con efectos no inmediatos, y para que ello suceda debe haber un escenario que las promueva. ¿Por qué pondrían un peso más si no tendrán asegurada la renta o en el horizonte sigue habiendo nubarrones? ¿Por qué invertir si hay un mercado interno retraído, extremadamente competitivo y ajustado que incluso golpea a muchas empresas que hacen de la eficiencia una bandera?

Podría interpretarse que hay cierto descontento o desilusión, o descreimiento hacia la clase política, o quizá ese sentimiento se traduce en un autoconvencimiento de que lo mejor está por venir y patean hacia delante las expectativas. Le dan tiempo. En paralelo, los desconcierta saber que del otro lado hay un peronismo hoy fragmentado que tampoco tiene la varita mágica y, peor aún, los escracha la fotografía de los últimos años del kirchnerismo. Así las cosas, las demandas son las mismas, pero no por ello extemporáneas: inversión real en caminos y rutas, infraestructura y costos de energía que promuevan el agregado de valor; menor presión impositiva, especialmente de Ingresos Brutos, y con un pedido también a los municipios por el cobro de tasas; políticas de conectividad, desarrollo portuario; programas de financiamiento; y eliminación de trabas burocráticas para regularizar emprendimientos o trámites ambientales -actualmente en debate en la Legislatura-.

En resumidas palabras, los empresarios esperan más de la gestión Frigerio y todavía rige la cautela a la hora de hacerlo saber de viva voz. Si de ajuste se tratara, hay quienes consideran pendiente una reforma previsional que eleve las edades jubilatorias en Entre Ríos, que achique la brecha con los trabajadores que se jubilan en el sector privado y, de esa manera, se subsane uno de los déficits financieros más preocupantes del Estado entrerriano que, directa e indirectamente -según evalúan-, deriva en una mayor carga impositiva. Otros esperan que aproveche su habilidad política y cercanía con el Presidente para bajar a tierra proyectos de infraestructura concretos, acceso a créditos y, por qué no, protecciones para economías regionales que se ven afectadas por la apertura de las importaciones.

Entre los diversos actores del sector privado también se hacen notar las miradas con cierto recelo sobre la mayor presencia de proveedores 011 o dudas sobre las posibilidades de participar del proyecto del Puerto de Paraná. En cuanto al Mirador Tec, hay opiniones favorables sobre la decisión política de cambiar el destino de oficinas públicas y lograr su concreción en tiempo récord para potenciar el ecosistema de empresas tecnológicas, aunque propios y extraños no dejan de abrir el paraguas sobre la real puesta en marcha de semejante edificio, que despierte nuevos proyectos, negocios y creación de valor y talentos. Aunque, sin ánimo de deslegitimar estas observaciones, los paranaenses sabemos más que nadie que la primera barrera a derribar es cultural, ante una idiosincrasia de letargia tan arraigada que hasta genera impotencia.

Sin dudas, fueron dos años extremadamente complejos para Entre Ríos. El propio Frigerio los calificó como “complicados para todos”, el jueves pasado desde Villa Urquiza. Los más benévolos ponen un manto de piedad y le llaman falta de suerte, y los más duros cuestionan su convalidación de las políticas nacionales que definen el contexto crítico. Así las cosas, ¿qué se espera para los próximos dos años? ¿Más ajuste o un giro hacia una política productiva y con obras? Con un nivel de actividad económica que en el país, según el Indec, se sostiene más por la intermediación financiera en detrimento de la industria, el comercio y el turismo interno; no hay RIGI, RINI ni RIMI que alcance para recuperar la renta e impulse el crecimiento con más fuentes genuinas de trabajo. Las reformas laboral y tributaria reabrieron las expectativas en ese sentido, pero saben que tampoco son recetas mágicas. Mientras tanto, la arena sigue cayendo y no sería descabellado pensar que parte de esa agenda se traslade post 2027. ¿Cuál será su rumbo?

(*) Periodista, editor de Dos Florines

Publicado en Dos Florines