La cuestión cubana: Una profecía autocumplida

Por Gracia Jaroslavsky*

En el año 93 mi padre fue a Cuba invitado por Fidel Castro con el objeto de ser asistido en el Centro Internacional de Restauración Neurológica para una rehabilitación integral, tras haber sufrido un serio deterioro producto de una cirugía de columna. Una hernia de disco que le operaron en el Hospital Italiano de Buenos Aires y que lo dejó en silla de ruedas y con una parestesia que le dificultaba el control de esfínteres.

Fue recibido por Fidel y atendido con muchísimo esmero por quien era su directora en ese tiempo, la Dra. Hilda Molina, de quien guardo un amoroso recuerdo.

 La rehabilitación de mi padre fue increíble. Llegamos a Cuba el 8 de diciembre de 1993, y 8 meses después  estábamos de vuelta en Buenos Aires. Se fue en silla de ruedas y volvió caminado.

Pero esta historia solo viene a cuento de que tuvo innumerables y prolongadas charlas con el líder de la revolución cubana, muchas de las cuales compartí y me ayudaron a mirar la historia desde adentro y a conocer a aquel mito viviente que moldeó generaciones enteras.

Lo primero que diré es que Fidel Castro fue a Cuba y a los cubanos el camino para construir su dignidad, su identidad. La revolución que derrocó el régimen de Batista, dictador de facto de 1952 a 1959, período de auge de las mafias americanas en la isla, de la prostitución, del mercado de la cocaína y del juego que habían condenado a los cubanos a un lugar de abuso, maltrato y desigualdad por decir lo menos.

Muchas historias me contaron en mis recorridas por la isla: mujeres esclavizadas a la prostitución, negros que no podían pisar las playas ni entrar a los lugares de los blancos, maltrato y sometimiento, solo por enunciar algo de los testimonios que recogí.

Durante el periodo de auge de la revolución, que Rusia alimentó y sostuvo, Fidel imaginaba una Cuba libre del intervencionismo de Estados Unidos. El total e inhumano “BLOQUEO” que sometió y somete a la isla, consolidó la miseria del pueblo cubano.

La historia ha demostrado que un pueblo sólo alcanza su dignidad cuando es libre. La revolución de Castro no supo o no quiso devolverle la libertad y los derechos a su pueblo, condenándolo a otra dictadura, distinta a la de Batista, pero dictadura al fin.

Mis maestros y mis guías me han inculcado a fuego la defensa de la libre determinación de los pueblos, pero también aprendí que no hay libre determinación posible si no hay libertad, si no hay democracia, si no hay justicia independiente.

Fidel sabía que la revolución que él había creado tenía un fin

Un día en una charla larga de más de cuatro horas, que nunca olvidaré, me dijo con esa claridad meridiana que tenía para expresar sus ideas, que la revolución iba a terminar, dijo, cuando la última generación que vivió esa gesta desapareciera. 

Hoy la Cuba de la revolución lleva transitados 62 años, lo que nos dice que los que vivieron el régimen de Batista, derrocado por la revolución en 1959, tienen alrededor de 70 años.

 Muchas  generaciones ya no tienen la historia pegada a la piel. Ahora tienen para sí pobreza, aislamiento, restricciones, sometimiento y ausencia de libertad.

La opresión de Batista para los jóvenes cubanos es una película vieja, Estados Unidos dejó de ser el malo de la historia. Tal cual la profecía autocumplida de Fidel

 Llegó para Cuba el tiempo de la libertad, llevará uno, dos o 5 años. No sé. Pero los cubanos encontrarán el camino inexorable de las libertades y los derechos, y creo que Fidel, al menos el Fidel que yo conocí, sonreirá ahí donde se encuentre.

*Diputada provincial del bloque UCR