Tropezar dos veces con la misma piedra

Por Fabián Rogel (*)

El proverbio indica que el ser humano es el único capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, es decir con los mismos acontecimientos históricos. Han pasado las elecciones y me he tomado el tiempo que corresponde a un dirigente político para reflexionar sobre lo que ocurrió en el país.

Pareciera ser que muchos analistas y dirigentes políticos sintetizan lo ocurrido diciendo que hubo un voto bronca y un descontento general de la población sobre la situación que hoy se vive. Pero esta manera de observar y analizar las cosas cae en un reduccionismo muy peligroso que no permite advertir la profundidad de lo que persiguen personajes como Milei.

Que los jóvenes, que los humildes y que los que menos futuro advierten se pronuncien por un descontento general a través de un voto bronca es una de las lecturas, pero una lectura que no propone nada.

Si bien es obligación de la dirigencia política salir de las crisis con las propuestas que correspondan, y no es responsabilidad del votante ni del pueblo el estado de situación en que se encuentra el país, creo que el pueblo tiene la obligación fundamental de no volver a caer en los errores del pasado.

Detrás de Milei están los mismos actores de los años ‘90 y muchos, bajo la etiqueta de la dolarización, pretenden volver al 1 a 1.

¿Nos olvidamos, los argentinos, del modo en que caímos en los años ‘90 y cómo terminó el cuentito de que un peso valía igual a un dólar? ¿Nos olvidamos cómo terminó esa “fiesta”? ¿Nos olvidamos cómo caminaban, como zombies, los trabajadores que fueron despedidos por el achicamiento del Estado y las privatizaciones de las empresas públicas? ¿Nos olvidamos cómo terminó esa aventura?

Ni la ineficiencia del Estado ni el Estado macro que generó el kirchnerismo habilitan a la contracara que es volver a los ‘90. Una cosa no implica la otra. Nos merecemos un Estado eficiente, que tiene que estar presente y al servicio de todos, incluyendo a la producción y al crecimiento económico que la Argentina merece y de la que tiene una enorme posibilidad de lograr.

La revolución educativa y transformadora de la Argentina comenzó con Sarmiento y alcanzó su punto cúlmine con la Reforma Universitaria de 1918, por la cual los hijos de los trabajadores pudieron acudir a la universidad haciendo realidad aquel deseo que se sintetiza en el título del libro de Florencio Sánchez: “M’ hijo el dotor”.

Todos los premios Nobel que tuvo la República Argentina, para quienes no lo recuerdan o no lo saben, salieron de la universidad pública. La transformación excepcional que realizó Yrigoyen en el modelo productivo, con YPF, fue única y no ha sido superada. El peronismo colaboró al hacer realidad lo que fue Gas del Estado.

No querer Estado no es lo mismo que tener un Estado eficiente. Que el Estado no exista implica la desolación y la anarquía que no se animan a plantear algunos a pesar de que están por la desaparición del Estado.

Hay crisis, bronca y hambre, como dice el tango, pero esa crisis no nos debe llevar a situaciones mucho más catastróficas donde cunda la desesperación y cunda la ausencia de autoridad y de modelo de país.

Al poder no lo invitaron los partidos políticos ni los hombres políticos. Más aún: el poder, en otros tiempos, se pudo desarrollar aún al margen de los partidos políticos y en dictadura incluso, pero las sociedades modernas tienen que ver con los principios democráticos y eso necesita una representación política adecuada.

Me parece correcto que la sociedad comience a reclamar propuestas concretas sobre qué hacer en medio de esta crisis económica y social que vive la Argentina, pero otra cosa muy distinta es que aparezcan “salvadores de la Patria” y mesiánicos que ni ellos mismos creen en lo que dicen. Son los mismos que quieren volver a modelos que fracasaron y eso nos tiene que hacer pensar muy seriamente, a todos los argentinos, en que no tenemos que tropezar dos veces con la misma piedra.

(*) Dirigente de la UCR, candidato a diputado provincial