El sueño de la casta propia

Por Fernando Rosso (*)

En el peor momento de su Gobierno, Javier Milei está cumpliendo un sueño: el sueño de la casta propia ¿Por qué es el peor momento cuando ya estamos cerca de los seis meses de Gobierno? Bueno, por varias razones y por varios hechos que presenciamos en estas semanas.

El último fue el corte del suministro de gas a las estaciones de servicio y a varias industrias, que en el Gobierno atribuyeron a un invierno más cruento, pero que en realidad se debe a dos cuestiones: al ajuste aplicado a la obra pública (que impidió terminar obras del gasoducto “Néstor Kirchner”) y al desorden de la administración por órdenes de pagos mal elaboradas y cosas así: en vez de exportar gas licuado se terminó importando a un costo diez veces superior. La crisis se acomodó a los tumbos, pero mostró a una administración no sólo como ajustadora, sino —y quizá esto es peor— quedaron como inútiles. Para una camarilla que se adjudica la “eficiencia” como una de sus principales cualidades, esto no es una cosa menor.

Previo a la crisis del gas tuvimos la “mini corrida” cambiaria con el aumento de los dólares financieros (blue, contado con liqui, etc.), el aumento de la brecha (entre el dólar oficial y los paralelos) y la subida del riesgo país. Esta situación se debe a —y a la vez alienta— la no liquidación de la cosecha gruesa por parte del complejo agroindustrial, que apuesta y presiona por una devaluación mayor del tipo de cambio. Todos estos movimientos mostraron el agotamiento de la política de licuación de ahorros e ingresos por medio de la baja de la tasa de interés en un contexto económico muy complicado.

Un contexto, precisamente, en el que aumenta la tendencia no sólo a la recesión, sino directamente a la depresión, con datos que desmienten categóricamente la famosa recuperación en “V”. Una dinámica que ya se nota en los miles de suspensiones y despidos y que se vio reflejada en un informe del Banco Central que asegura que se cerraron 275.000 cuentas sueldos en abril. Tengamos en cuenta que este dato habla sólo del trabajo registrado, si pensamos las réplicas que debe tener en el sector informal, la situación comienza a ser dramática. N0 por causalidad, crece en las encuestas la preocupación por el empleo y los ingresos, a la vez que disminuye la inquietud por la inflación. Claro, la inflación retrocede a cambio a un fenomenal derrumbe de la actividad económica.

Esta es la situación económica, pero en el terreno político, la cosa no mejora para el Gobierno. Lleva casi medio año de gestión y hasta ahora no pudo sacar ni una sola ley (y acumula varias derrotas legislativas). Recién ayer pudieron aprobar agónicamente un dictamen en el Senado y lo festejaron como un gol olímpico. Pongamos que esto no sería mucho problema para el Gobierno si no fuera porque es un reclamo del FMI y del establishment que le exige mayor fortaleza política al programa y al proyecto. Un proyecto que les gusta, pero al que perciben muy precario.

Bueno, es imposible entender la salida del jefe de Gabinete, Nicolás Posse, sin tener en cuenta estos fracasos en el terreno de la economía y de la política ¿Tenía internas con otros miembros del Gabinete? Seguramente, pero las internas florecen cuando hay traspiés políticos y no al revés.

Por eso el famoso “Pacto de Mayo” en el que Milei quería rodearse de gobernadores, terminó en un pobre acto en Córdoba acompañado por Martín Llaryora, gobernador de la provincia. Un acto en el que tuvo un discurso más “conciliador” de lo habitual y que ya adelantaba el movimiento que se venía: ir a pedirle la escupidera a “la casta”, para decirlo académicamente. Volvió casi a rogar que le le aprueben la Ley Bases y prácticamente no denunció a “la casta”.

La designación de Guillermo Francos en la JGM responde a la misma lógica. Es el hombre que mejor se lleva con “la casta” y, de hecho, para aprobar el dictamen en las comisiones del Senado, permitió que le desplumaran aún más la Ley Bases (aceptó un mínimo imponible más alto para la zona patagónica, a pedido de los legisladores de la región y también aceptó elevar las regalías mineras que van a las cajas provinciales).

A ver, esto no quiere decir que el proyecto haya mejorado o se haya atenuado para los sectores populares (de hecho, en el apartado laboral es peor que lo aprobado en Diputados), pero desde el punto de vista de los objetivos originales del Gobierno, tuvo que hacer demasiadas concesiones, desgastarse en negociaciones para la tardía aprobación de una ley que no está asegurada y que tiene posibilidades de ser más recortada cuando se la trate en el recinto.

¿Qué quiero decir? Que obviamente, este proyecto quiere avanzar en nuevos despojos de derechos del pueblo trabajador (por eso hay que evitar que se apruebe), pero incluso si avanza no es garantía para superar el empantanamiento en el que se encuentra la política y el esquema económico del Gobierno.

A ver, la eventual designación de Federico Sturzenegger, al que le van a crear un ministerio propio, es una prueba de que el Gobierno no confía en que la Ley Bases le garantice nada. Quieren ponerlo al frente de un ministerio de desguace y privatizaciones que intentará llevar adelante vía decretos o resoluciones.

Esto a la vez mete un nuevo ruido porque ¿cómo se llevará con Luis Caputo, el ministro de Economía? De hecho, tuvieron enfrentamientos “objetivos” en el último tiempo: se sabe que Sturzenegger es autor DNU que desreguló las tarifas de la medicina prepaga, una decisión que Caputo revisó y de la que ordenó retroceder.

Así como con Francos volvió la fallida idea del “volumen político”, con Stirzenegger-Caputo ¿volverá el famoso “doble comando”? Clásicos de las peleas de camarilla o “ de castas”.

En ese contexto de un giro hacia las prácticas, usos y costumbres de la “casta”, no es casualidad lo empiezan a mostrar algunas encuestas y que rescató el politólogo Facundo Cruz de la última Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés. En el desagregado de los datos se muestra un cambio en la base social de apoyo al Gobierno de Milei: son mayormente adultos con ingresos medios y altos, en cambio, los jóvenes manifiestan un mayor descontento. LLA está perdiendo su transversalidad electoral, sobre todo en la juventud. Otro consultor que estaba cerrando hoy el análisis de los datos de una encuesta me confirmaba el mismo dato: el descenso del respaldo entre los y las jóvenes, sobre todo de los sectores populares.

No vaya a ser que en el mismo acto en el que cumple el sueño de la casta propia, empieza la pesadilla de un Gobierno que entre en una temprana decadencia.

(*) Periodista, publicado en Radio con Vos