La tarea hoy: reformular la Argentina

Por Mempo Giardinelli (*)

Al inicio del nuevo año el pueblo argentino vive en un tembladeral. Sobran egoismos y ambiciones desmedidas, la Constitución Nacional es casi un libraco inútil y las llamadas “instituciones” son burladas a diario por muchos que deberían cuidarlas y hacerlas respetar, pero en cambio las acomodan al servicio de ambiciones, negocios y cargos personales. Así se aceptan acuerdos y prácticas corruptas, y no se vacila en mentir y ceder soberanía en favor de gobiernos y empresas extranjeras que ven a esta República como un mero paraíso de oportunidades de negocios y explotaciones sin control.

Por eso son cipayos los que entregan Soberanía, abusan de la Democracia y ponen en riesgo la Paz. Así ha venido siendo en muchos tramos de nuestra Historia, y particularmente durante los gobiernos de Menem y de Macri y sus respectivas pandillas. Por encima de ideologías –si acaso las tuvieron– su verdadera vocación y práctica se redujo a mentir y robar, endeudando a la Argentina en beneficio de patrones, bancos y fondos foráneos. Práctica que continúa y con la que endeudaron y engañaron a nuestro pueblo enancados en un sistema comunicacional perverso que distorsiona la verdad y destruye cerebros.

Es claro que no se dice aquí nada nuevo, pero sirve para subrayar la indignante burla de ese sistema a millones de compatriotas, ciudadanos y ciudadanas que no saben o no pueden resistirse, porque no saben qué y cómo los engaña.

Por lo menos la mitad de los casi 50 millones que somos ha de ignorar que vive en uno de los 5 territorios más ricos del mundo. Y que su pobreza, desamparo y creciente desazón serían fácil y velozmente corregibles con políticas públicas. Y que el hambre, la violencia y el embrutecimiento que no dejan de crecer, no son un destino y mucho menos inevitable. Y que es posible mejorar la vida en todo país, y sobre todo en éste, y para ello hay que desplazar a dirigencias corruptas.

Un país roto como el nuestro es, también, producto del estúpido abandono de un sistema educativo que educó y capacitó a millones de niños y jóvenes de varias generaciones, pero que hoy se ha degradado al punto de que la Argentina debe ser hoy el único país del planeta con 24 ministerios de Educación. Y seguramente más en las provincias que municipalizan enseñanza y magisterios. De donde el conocimiento en democracia ya ni está al borde del abismo, sino despeñándose de manera ominosa. Como lo está casi todo en este país que duele por donde se lo mire con ojos sinceros.

Es en estos contextos que indigna la pérdida de soberanía en casi todo el territorio nacional. Y esa pérdida no es simbólica sino concreta: hasta hace pocos años este país era maravilloso en su virginidad y equilibrio, sobrado de bienes naturales y asentado sobre el tercer acuífero más rico del mundo.

Hoy en cambio, y sólo como ejemplo, se comete la estupidez de traer empresas israelíes para “tratar” nuestras aguas, lo que delata posibles negociados ya que la Argentina tiene capacidad tecnológica propia para cuidar sus aguas.

Y así sucede con casi todo: el agro, el petróleo y también el oro. El litio y la plata y el cobre y el uranio. Los bosques y los ríos y nuestro magnífico Atlántico Sur donde pescan de todo y sin control naves-factoría de todo el mundo, mientras acá sobran lobbies para impedir el desarrollo de la nación pesquera que también podemos y debemos ser.

Todo conduce a revalorizar y reposicionar el concepto de Soberanía, que se asienta sobre tres ejes fundamentales que definen a las naciones verdaderamente libres del planeta: la Bandera, el Himno y la Moneda nacionales. Desde esos ejes se custodian las fronteras territoriales en casi todo el mundo, junto con la Educación, la Salud y el Trabajo, que son base de toda organización social. Y eso es lo que cipayos e invasores vienen destruyendo por lo menos desde los criminales bombardeos aéreos sobre Buenos Aires el 16 de Junio de 1955.

Esa, enorme y magnífica, es la tarea a poner en marcha por el pueblo argentino. Tarea política, claro, porque impedimentos e imposibilidades tienen nombres y apellidos, de personas y corporaciones. De donde –resultante obvia– este país está en manos de personas, empresas e instituciones que no lo aman, ni a su gente, y por eso en lugar de servir se sirven. Y así el engaño y los negocios privados al servicio de mandantes extranjeros son, de hecho, la vida cotidiana misma de este país. Porque se ha destruido el federalismo que dio origen a la otrora orgullosa República Argentina. Porque la Constitución Nacional está anulada por sus custodios naturales. Y porque lo que hoy vive la ciudadanía es un mix de engaños, macaneo, extranjerización, bronca contenida y Soberanías degradadas.

Las esperanzas no se construyen solas. Es la ciudadania la que debe imaginarlas, planearlas, organizarlas. Y especialmente custodiarlas. O sea, al revés de lo que pasa en este país, donde cualquiera sabe que si el porvenir depende de nombres y figuras desgastadas, y objetivamente la mitad de ellas peligrosas para la Democracia y la Paz, el futuro seguirá negro.

Ahora mismo, en la lista de apellidos que se barajan para el próximo recambio gubernamental, no aparece ninguno nuevo ni esperanzador. De hecho los nombres en danza sólo aseguran más entrega y más renuncias de soberanía. Lo que sólo garantiza la profundización del despeñadero: seguir sometidos a una deuda infame que nuestro pueblo no contrajo pero crece a lo bestia.

Y otro problema es que, en el damero político actual, falla la coordinación de fuerzas. Está a la vista que en la realidad concreta no hay organización ni liderazgos. Basta ver el gabinete presidecial que integra el cristinismo que apoya a Massa y ahora al neoliberal Sr. Aracre.

Como señala el experto en comunicaciones Néstor Piccone, “un mejor gobierno en 2023 requiere de una unidad electoral que hoy no se ve”. Y añade un dato grave que se repite como calcado de 2019: “Las provincias adelantan sus elecciones y los gobernadores aseguran sus territorios ante la falta de candidato/a nacional”. Eso les permitirá ganar con alianzas variopintas para después ver a quién apoyan en la presidencial. Al cierre de esta nota ya hay más de una docena de provincias en esta línea. También es por eso que no hay unidad para enfrentar a la Corte.

La hipótesis de este texto, entonces, es que faltan candidaturas diferentes, nuevas, inesperadas y, sobre todo, sólidas moralmente. Intachables. Integradas por ciudadan@s con probada vocación patriótica.

Es claro que existen, y eso también configura la esperanza de que, por una vez, la ciudadanía vote confiando en que no será traicionada como fue norma en este país.

Por todo esto es esencial la resistencia como tarea. Porque la Argentina sí tiene solución. Hay muchísimo por hacer y se puede –y se debe– hacerlo. Hay mucha gente capaz y honesta, y en la lucha soberanista son muchísimos. Es mentira eso de que no hay argentinos capaces y honrados, con la transparencia de Evita o de Alfredo Palacios; de Arturo Illia o Ernesto Guevara, Julio Cortázar, María Elena Walsh y tantos más. Hoy también hay patriotas. Y la Soberanía es su trabajo. Y es urgente.

¿Que en este texto sobra idealismo? Claro que sí. No hay otra manera de reinventar una Patria. ¿O cómo creen que empezaron San Martín, Belgrano, Juana Azurduy o Simón Bolívar?

(*) Periodista y escritor
Publicado en Página 12