Por Ladislao F. Uzín Olleros (*)
En cada febrero, se recuerda con énfasis y con absoluta justicia, dos acontecimientos que fueron determinantes para el desarrollo posterior de nuestra República como fueron la Batalla de Caseros y la Batalla de San Lorenzo.
Pero también, es menester hacer referencia a otros hechos puntuales que contribuyeron igualmente, en distintas décadas pero en el mismo mes, al futuro del país, uno de los cuales tuvo lugar en suelo entrerriano.
Es que, el 22 de febrero de 1814 aconteció el Combate del Espinillo en las inmediaciones del arroyo del mismo nombre, a unos veinticinco kilómetros de la ciudad de Paraná, entre las tropas enviadas por el Directorio de Buenos y los federales leales a Artigas, comandados por los caudillos Eusebio Herenú, Fernando Otorgués, Blas Basualdo y León Sola; el Barón de Holmberg (militar prusiano contratado por el gobierno de Buenos Aires para someter a los caudillos federales; llegó en marzo de 1812 al Río de la Plata en la fragata “George Canning”, el mismo navío en el que arribaron José de San Martín y Carlos María de Alvear) e Hilarión de la Quintana comandaban las tropas directoriales, derrotadas en el enfrentamiento, dando inicio a las confrontaciones entre unitarios y federales, que se extenderían durante seis décadas.- Este enfrentamiento es significativo, particularmente en la historia de Entre Ríos, introduce el origen de una epopeya que identifica con fecha cierta a la generación de un país federal.
Batalla de Ituzaingó
Por otra parte, el 20 de febrero de 1827 ocurrió la Batalla de Ituzaingó entre las. tropas patriotas comandadas por Carlos María de Alvear, y las del imperio del Brasil, hecho bélico acontecido en las cercanías de Rosario (estado de Rio Grande do Sul).
Junto a la Batalla Naval de Juncal (8 y 9 de febrero de 1827), en la que las fuerzas patriotas al mando del almirante Guillermo Brown doblegaron a la escuadra brasileña en el Río de la Plata, y la épica de Patagones en el Río Negro (7 de marzo de 1827), constituyen tres hechos gravitantes en el desenlace de la guerra contra el Imperio del Brasil y que aparejaron el fin de la Provincia Cisplatina y la definitiva independencia del Uruguay en 1828.- La llamada Convención Preliminar de Paz se firmó en agosto de 1827, en Rio de Janeiro y en presencia del embajador inglés, no obstante haber sido las Provincias Unidas las triunfadoras en el conflicto, lo que, por semejante deshonra, desembocó en la renuncia de Rivadavia y la consagración de Manuel Dorrego en el gobierno; sería fusilado un año después en Navarro, por su reticencia a las pretensiones británicas.- Se ha cuestionado que Alvear, triunfante en Ituzaingó, no hubiera continuado la batalla persiguiendo a los brasileños hasta infligirles la destrucción de sus ejércitos, pero no debe omitirse de considerar que ello era aleatorio y hubiera significado previsibles consecuencias negativas en vidas y en costos, dada la distancia entre ese territorio y el Río de la Plata, con lo que ello demandaría pues las Provincias Unidas ya estaban endeudadas por el préstamo contraído con la banca inglesa (Baring Brothers), a iniciativa de Rivadavia, que recién pudo saldarse en 1904; la ”deuda eterna” reconoce sus antecedentes…
Entre los trofeos de guerra se cuenta la Marcha de Ituzaingó, de la que se apoderó el ejército patriota, cuya autoría se adjudica al emperador Pedro I del Brasil; la marcha estaba guardada en un cofre y fue abandonada por los derrotados al retirarse del campo de batalla. Esta marcha es uno de los tres atributos del presidente de la República, junto al bastón de mando y la banda presidencial.
En vísperas de estas dos fechas y ponderando la actualidad nacional, es cardinal el recordarlas: en una se defendió la soberanía nacional, en la otra se marcó la identidad de un pueblo que se resistió a someterse a la omnipotencia del centralismo unitario, que aún persiste, aunque en la Constitución se declame que somos un país federal.
(*) Abogado